Muchas veces fantaseamos con que íbamos a fundar un garito que se llamaría "La taberna del maquis", sin pensar en que los hados no nos llamaban a ninguno de nosotros por la senda de la regencia de un bar y que lo cierto era que donde, real o republicanamente, nos gustaba estar era en el lado correcto de la barra. Es decir, en el de la clientela alegre y dicharachera. La que bebe, la que tertulia y la que observa ladinamente a todo aquel que entra o sale por la puerta.
Fantaseamos muchas veces, casi tantas como con la Librería La Varsoviana, sin saber que ya había una taberna de maquis en Bruselas y una varsoviana que expendía alfajores en Santiago de Chile.
Y aquí seguimos por el momento, cada uno en uno de los lados del destino. Supongo que todavía tejiendo y destejiendo sueños.



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