Salir de las turbulentas calles de Essaouira como gaviotas al mar.
Donde el silencio es una agitación de olas.
Una detrás de otra, viajando hasta los demás continentes desolados.
Como el corazón de un reo.
Como una canción abandonada en la que se confunden las siluetas.
Y, mientras tanto, el pájaro sigue al hombre y el hombre mira al pájaro.
Y envidia el vuelo.
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