Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

jueves, 11 de diciembre de 2025

El túnel

Túnel de Tetuán (Santander).

Siempre parece que en algún momento termina,
que vamos a salir a la luz más limpios, más gentiles,
que nos vamos a mirar en un espejo de nubes blancas
y que detrás, cuando nos apartemos de la oscuridad
o del cansancio de nuestros rostros doloridos
y de nuestro gesto repleto de decepción 
y de silencios como cadenas va a estar, 
resplandeciente, el porvenir. Siempre el túnel,
a cada paso parece, parece, parece, que termina.


 

lunes, 8 de diciembre de 2025

De pronto


De pronto
nos nació un lago
en el vecindario,
nos nació un nido de golondrina
con cuatro o cinco golondrinas dentro,
nos nació una cordillera
un poco por encima de las pestañas,
nos nació
de pronto 
un crepúsculo,
un aullido
que crecía desde el estómago
y también 
nos nació,
quién sabe cómo,
un muerto
y una negra noche
ardiente.


sábado, 6 de diciembre de 2025

Anclao en París


 Anclao en París

Al que extraño es al viejo león del zoo,
siempre tomábamos café en el Bois de Boulogne,
me contaba sus aventuras en Rhodesia del Sur
pero mentía, era evidente que nunca se había movido del Sahara.

De todos modos me encantaba su elegancia,
su manera de encogerse de hombros ante las pequeñeces de la vida,
miraba a los franceses por la ventana del café
y decía "los idiotas hacen hijos".

Los dos o tres cazadores ingleses que se había comido
le provocaban malos recuerdos y aún melancolía.
"las cosas que hace uno para vivir" reflexionaba
mirándose la melena en el espejo del café.

Sí, lo extraño mucho,
nunca pagaba la consumición,
pero indicaba la propina a dejar
y los mozos le saludaban con especial deferencia.

Nos despedíamos a la orilla del crepúsculo,
él regresaba a son bureau, como decía,
no sin antes advertirme con una pata en mi hombro
"ten cuidado, hijo mío, con el París nocturno".

Lo extraño mucho verdaderamente,
sus ojos se llenaban a veces de desierto
pero sabía callar como un hermano
cuando emocionado, emocionado,
yo le hablaba de Carlitos Gardel.


                                                       Juan Gelman


viernes, 5 de diciembre de 2025

Meditaciones


Pero ¿cómo voy a ignorar que sobre los hombros de millones de hombres y mujeres esclavos se sostiene el imperio romano? Por esta razón, recordar tal coyuntura a quienes la imponen y la legalizan nunca dejará de ser pertinente.
-Insisto en que deberías ubicarte mejor en nuestros días y tener en cuenta los aspectos positivos de mi administración. Pensar en que he gobernado con la idea de un Estado basado en la equidad. Una monarquía que ha permitido, y eso no es cualquier cosa, la libertad de expresión de los ciudadanos. Tú sabes, por ejemplo, que jamás he levantado la mano contra mis opositores. Nadie podría afirmar que fui como Nerón o Domiciano o Adriano, que persiguieron y condenaron a muerte a los senadores que los criticaron. Jamás he expulsado de Roma a nadie, sea de cualquier orientación filosófica, que se haya burlado de mí o me haya endilgado algún denuesto. Es más, admiro a Trásea y a Helvidio Prisco y a todos aquellos que se opusieron a la tiranía y recibieron como precio la muerte. La mía, debo señalártelo, ha sido una justicia que ha repartido los bienes a cada uno según su mérito. Sé que no he construido la República ideal de Platón, pero sí una ciudadela terrenal donde cada quien puede dar los mejor de sí. Un entorno social donde los más ricos no sean más importantes que los virtuosos. ¿No te parece suficiente?
-Tal vez el porvenir sea generoso contigo por todo lo justo que has sido. Sin duda, la libertad y la igualdad de las que hablas son loables. Pero como no es general no es ejemplar. Unos cuantos gozan de las bondades de tu Estado. Y lo afirmo sabiendo que soy uno de esos beneficiarios. Porque es evidente que la libertad de expresión de la que hablas la vivo cada día, la respiro, la uso a cabalidad. Y ella, o al menos eso espero, me justifica también ante los hombres.
-Por fin reconoces algo, Livio.
-En estas estimaciones, Marco, sigo a nuestro admirado Séneca, que decía solo obrar siguiendo su conciencia. Y la mía, sobre todas las cosas, ansía la libertad. Esta diminuta conciencia que me habita existe no solo para atormentarme, sino para recordarme que lo hecho pro nosotros para favorecer el bien no basta. El ciclo de una vida humana no es suficiente para demostrar plenamente que, como colectividad, avanzamos en el plano ético.
-Sigues siendo tajante en tu apreciación. Cuando se es César, se sabe que hay medidas que necesitarían siglos para que se apliquen como quisiéramos. La guerra y la esclavitud son calamidades, sin duda, pero prohibirlas significaría precipitarnos a una crisis económica desmesurada.
-¿Y la crisis ética en que vivimos no te parece una crisis aún más enorme? A pesar de tu temor a estas consecuencias catastróficas, te confieso que sueño con despertar un día y enterarme de que has ordenado la prohibición de los combates de los gladiadores. Que, al otro, la esclavitud ha sido erradicada. Y al siguiente, que la guerra, por fin ha dejado de ser el árbitro que nos hemos inventado para aumentar las riquezas de unos cuantos y hacer lo mismo con la miseria de unos muchos.

Pablo Montoya.
Marco Aurelio y los límites del imperio.
Random House.     

jueves, 4 de diciembre de 2025

Refugio


Mira que hay cosas interesantes que hacer en Bélgica, pero ninguna, probablemente, como la visita al puesto de trabajo de nuestro amigo Said en el Centro de Acogida de Refugiados que hay en Bruselas. Al menos, pocas que te lleguen tanto como la muestra palpable de que tal vez haya un poco de esperanza en la generosidad de algunos seres humanos. La imagen está tomada en las afueras de ese espacio, sobre el mural que adorna su perímetro.  

lunes, 1 de diciembre de 2025

Piedras de Bruselas





Se llaman en alemán "Stolpersteine", que viene a querer decir "piedra con la que te tropiezas". Estas son de Bruselas y son con las que yo me tropecé. Probablemente haya más.
Cada vez que me las encuentro, en la ciudad que sea, me gusta hacerme con ellas fotográficamente hablando, porque detrás de cada una de ellas hay una historia, una tragedia y una memoria. Y cosechar stolpersteines es recordar. Una forma como otra cualquiera de no olvidar.