San Pedro de Atacama. Chile. 2007.
La luna y el sol (como en una canción), y una partida de turistas de los que siempre te preguntas qué demonios se les ha perdido por allí (qué se nos ha perdido en una tierra polvorienta y azotada como esa).
Junto al lugar en el que para el autobús que nos trae de Calama hay, había, un museo mínimo con objetos de antepasados en el que han tenido el buen gusto de retirar las momias de los propios antepasados (no eran reyes de Egipto).
Ya no recuerdo si San Pedro de Atacama tiene habitantes o solo visitantes y artesanos venidos de otros lugares hacia estos páramos con tiendita de souvenirs.
Lo doy todo por bueno con tal de amanecer en el Tatio pelándome de frío, o a la sombra redentora de la ermita de Socaire.
Y brindo todavía bajo el volcán, después de tantos años, enamorado siempre del Licancabur.
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