Me dormí en un banco del parque frente al local sindical. Me desperté cuando Miño me sacudía con fuerza y con más energía que buena intención. Él molestaba mucho, carajo.
- ‘Ta bueno, pues, ya volví. Aquí estoy, ya no zarandee.
- A qué horas llegó, amigo, y qué tantas urgencias? –me dijo Miño, un anarquista gallego pa’ mi gusto demasiado bien trajeado.
- San Vicente está en Veracruz, lo tienen encerrado para deportarlo. Tenemos que averiguar dónde lo tienen y en qué barco lo van a mandar.
- ¡Ah, caray! ¿Y cuándo lo cogieron?
- No, cogerlo, que yo sepa no se lo cogieron, nomás lo agarraron.
- Usted siempre con tonterías. En mi pueblo se dice coger cuando lo cogen a uno.
- No, si aquí también, cuando se lo cogen a uno, se lo cogen a uno… A San Vicente, lo agarraron anteayer. Y ahora está aquí en Veracruz.
- Deje ver –dijo Miño rascándose la cabeza-. Lo de cuándo y en qué lo van a deportar, eso está fácil. Lo de dónde lo tienen también, lo vemos con los compañeros del sindicato de presos.
- Ah, carajo, que avanzados están aquí, que tienen hasta sindicato de presos.
Miño no me hizo mucho caso, y subió caminando las escaleras del local conmigo detrás. Pero de repente, me acordé de los caballos…
- ¡’Pérame! Tengo que arreglar lo de los caballos –le grité al gallego, que estaba empezando a hartarse de mí.
Los caballos estaban bien, y Miño sabía más cosas cuando llegué a verlo.
- Lo van a deportar en el AlfonsoXII , hasta la Coruña, directo a mi pueblo lo van a llevar…
- ‘Uta, qué mal asunto, si ahí se cogen a los cristianos…
- San Vicente es ateo, déjese de preocupar por eso. (…)
DE PASO
Paco Ignacio Taibo II
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