Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

jueves, 26 de diciembre de 2019

La madera que arde


Dicen que no hay cuarto malo (o quinto, vaya usted a saber), así que espero que este nuevo libro de poemas, publicado en la segunda patria de todas mis patrias, tantas como el mundo, cumpla al menos someramente con el dicho.
Un servidor no puede por menos que estar contento de esta "madera que arde" y confía en que alumbre alrededor mientras haya aliento. Y en todo caso que sus versos puedan ser en algún momento ceniza volandera. 
Si para alguien sirve nos sentiremos satisfechos.                                                                                           


miércoles, 25 de diciembre de 2019

El loco de la vía


Se hace difícil pensar hoy que su presencia nos ha acompañado siempre, a distancia, sosegadamente, canción tras canción desde que nos alertó de que nadie es extranjero, ni forastero, ni extraño, ni foráneo. Algo que, desde entonces, algunos aprendices de locos de la vía seguimos al pie de la letra pese a quien pese. 
Así que no te rindas, corazón. Aunque la vía a estas alturas parece vacía, no es cierto. Los locos seguimos caminando por ella.  

sábado, 21 de diciembre de 2019

Perderse


En las quimeras,
en el bosque oscuro,
en lo insondable,
en armonías de niebla,
carretera adelante.

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Con la toda la mar detrás

En mi barrio, que éramos mucho de canción protesta, hubo un tiempo en que las baladas de Patxi Andión transformaban nuestra voz, a poco que nos pusiéramos, en un río áspero y embravecido. Y había tantos aspirantes a maestros que era imposible no identificarse con aquel que mucho después supo del secreto que habitaba en la lengua de las mariposas.
Cada día podía ser 26 de julio y, desde luego, desde luego, íbamos entonces por la vida, jóvenes e inexpertos, con toda la mar detrás. 
Y ya ven, señores, una, dos y tres, una dos y tres, lo que ustedes no quieran "pa" mi barrio es.










domingo, 1 de diciembre de 2019

La cultura no tiene fronteras.



Todavía hoy, si vas hacia Monte por la Bajada San Juan, puedes ver una pintada en un muro que afirma que la cultura no tiene fronteras. Y yo soy de esa misma opinión. Todas las culturas, por mucho que haya quien lance unas contra otras con saña, no son otra cosa que manifestaciones de una cultura mayor, universal. Por eso mismo le agradezco a Mario Corral que haya traducido este poema mío al cántabro.
Ya véis, me hace ilusión.


Los muertos

El pasáu está jechu col airi espesu 
que dejan los muertos sobri las tumbas.
Por cima d'ellas teji la hoja del tardíu
un jirvotéu de silencios
combláu de mimoria,
se jorrican los llamatos vanos,
se esmucia en cobli
daqui ritratu.
Las floris pirdías nacin a otra güelta
cumo'l milagru al son de mís pasos,
levis cumo mugu,
intangiblis cumo'l vulíu de almas. 
Lejos de mí, cona tierra por hermanu,
caminu enti ellas
su la lluvia y el tiempu suspindíu.




jueves, 21 de noviembre de 2019

Sáhara del regreso

La Asociación Cantabria por el Sáhara me pidió un poema que acompañara esta hermosa fotografía en las páginas centrales de su calendario para 2020.
Y claro, no pude negarme por varias razones. En principio por la persona que me lo solicitó y también, desde luego, porque la causa del Sáhara libre es también mi causa desde aquellos años en los que milité en Interpueblos-Comité de Solidaridad con los Pueblos, embrión a mi parecer de la Asociación que hoy continúa luchando sin desmayo por los derechos de los desterrados saharauis. 
La fotografía, por cierto, es de José Gabriel Herrería, magnífico fotógrafo y amigo de muchos, muchísimos años. Tantos que las barbas se han quedado blancas en nuestras caras.

sábado, 16 de noviembre de 2019

La Isla catalana

Desde Barcelona, como feliz sorpresa, me llega este Long John Silver con cierto aroma a estepas rusas para aumentar la colección de Islas del Tesoro. Muchas gracias a mi amiga Katia, un hermoso presente que nos trajimos de Irán.

viernes, 8 de noviembre de 2019

Fin de poema

Gabriel reparó en una mesa próxima en la que se hacía entender a gritos un grupo de jóvenes ingleses, todos borrachos o en las inmediaciones de la borrachera. Interrogó con una mirada a Carmen, que captó en detalle la pregunta. "Actores", explicó en las menores palabras. Gabriel dedujo de ahí que en algún lugar de la comarca debían de estar grabando una película. Se quedó mirando en su dirección, como si fuesen los tártaros que al fin atacan. Uno de los que integraban el grupo reparó en el poeta, que mecía la copa de ginebra con un baile monótono de su mano. Cruzaron y mantuvieron sus miradas. La de Gabriel era de admiración, pues la profesión de actor le despertaba asombro desde siempre, porque obligaba a uno a vaciarse y a llenarse  con una identidad que no le pertenecía más que por algún tiempo, el que llevase rodar sus escenas. La mirada del actor, en cambio, a Gabriel le pareció de desdén, como si le resultase indigno beber con poca compañía, apoyado en una barra y buscando el modo de emborracharse sin piedad. Ese desdén le hizo pensar en aquel hermoso diálogo entre el embajador de Inglaterra -cuyo nombre obviamente no recordaba-  y Abraham Lincoln, mientras este adecentaba sus botas con un trapo. El primero le hizo saber con arrogancia que los caballeros ingleses nunca lustraban sus botas. Lincoln dejó en ese momento de lustrar su calzado, levantó la cabeza y preguntó: "¿Las botas de quién lustran ustedes?"   

Fin de Poema.
Juan Tallón.
Editorial Alrevés S.L. 

jueves, 7 de noviembre de 2019

Los caminos

A veces los caminos son impracticables de inicio o se cierran en un selva frondosa que te obliga a retroceder. Pero otras te llevan a lugares que nunca imaginaste y en los que creces a medida que avanzas y a medida que dejas de ser una isla en mitad de las tormentas. 

martes, 5 de noviembre de 2019

jueves, 3 de octubre de 2019

Paisajes de la memoria



Para leer mi (por el momento) última publicación en la Revista Cultural Amberes:
http://amberesrevista.com/paisajes-de-la-memoria/

martes, 1 de octubre de 2019

lunes, 30 de septiembre de 2019

Dos ciudades

La música ha sido creada para la gente sin hogar porque es el arte que menos unido está a un lugar concreto. Es sospechosamente cosmopolita. ¿Por qué las partes de una composición musical llevan nombres italianos? ¿Por qué Beethoven nació en Bonn y murió en Viena? ¿Por qué dedicó tres de sus cuartetos de cuerda a un aristócrata ruso? ¿Por qué los chinos tocan los nocturnos de Chopin? ¿Por qué Haendel viajó a Londres y Rossini a París?

La pintura es el arte de los sedentarios que se complacen en la contemplación de la tierra natal. Los retratos afianzan a los sedentarios en la convicción de que sólo si pueden ser vistos viven de veras. Únicamente los bodegones, y no todos, dejan al descubierto la indiferencia total y absoluta de las cosas, su cinismo y su falta de patriotismo provinciano. Los jarros pintados por Morandi no tienen nada que ver con Bolonia: son frágiles, esbeltos y llenos de aire. En los cuadros de Vermeer, los interiores pertenecen a Delft, pero las ventanas se abren hacia la nada, es decir, hacia la luz.

En cambio, la poesía encaja con los emigrantes, aquellos desdichados que, con un patrimonio ridículo, se balancean al borde del abismo, a caballo entre generaciones, a caballo entre continentes. A veces, mueven los labios. Algunos mascullan los peores reniegos, y otros, estrofas de una poesía.  


Adam Zagajewski.
Dos ciudades.
Acantilado.

domingo, 22 de septiembre de 2019

Postureo

Museo del Louvre. París. Septiembre de 2019.

Si ustedes despojan de ornamentos,
aditamentos y distracciones varias
al comportamiento humano,
entonces queda lo ridículo.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Camarada Sol


EL TIEMPO PERDIDO

Ante la puerta de la fábrica
el obrero se para de repente
el buen tiempo le ha tirado
de la chaqueta
y cuando se vuelve 
y mira al sol
bien rojo
bien redondo
sonriendo en su cielo de plomo
que le guiña el ojo 
familiarmente
Di camarada Sol
¿no te parece 
una estupidez
regalarle al patrón
una mañana como ésta? 

                                                    Jacques Prevert

martes, 27 de agosto de 2019

domingo, 25 de agosto de 2019

viernes, 23 de agosto de 2019

Trincheras del Cueto de Castiltejón



Ayer por fin subí al Cueto de Castiltejón. Cada vez que iba al puerto de San Isidro desde Puebla de Lillo, bien para visitar el Lago de Isoba, bien para acercarme al fortín de la Alboleya, lo veía allí, una solitaria peña entre montañas desplomándose hacia la gran pradería en la que a veces, muchas veces, pastan las vacas. 

Ayer, por fin, subí para visitar las trincheras en las que tropas republicanas en 1937 resistieron lo que pudieron el avance del enemigo.
Aún quedan huellas: las trincheras son inmensas cicatrices en la loma y el búnker doble asemeja ya, hoy lo sabemos, los ojos ciegos de la derrota. 

Mayo subió conmigo, el pobre ya está un poco viejo, y cuando llegó a la cumbre se tumbó en el pozo de tirador como quien ha cumplido con su destino.

En el camino vimos un raposo cruzando la carretera, perdices espantadizas y a un escribano montesino. Desde el vértice, a unos metros de nosotros, dos corzos corrieron como tales más allá de los parapetos. La mirada nostálgica de Mayo los siguió, a falta de más fuerzas, desde su atalaya hasta que se perdieron. 

miércoles, 14 de agosto de 2019

Aprendices de ornitólogo

Esta fotografía me encanta. Está hecha hace un mes aproximadamente al norte de Uzbekistán. Estamos en el inmenso patio de una fortaleza de planta cuadrangular del siglo V o VI. 
Allí nos encontramos con estos dos niños que, con un arco rudimentario (el de amarillo lo lleva entre sus brazos) jugaban a cazar pájaros.
Y de pronto se encontraron con tres europeos armados de prismáticos que también fijaban su atención en las aves de la zona. Al primer intento de enarbolar el arco les cayó un resoplido y a partir de ese momento se centraron en nuestro merodeo "pajarístico". 
Como veis, seguían al jefe, convertidos también en improvisados ornitólogos.  

miércoles, 7 de agosto de 2019

Los nombres del Everest


Incluso el nombre tibetano de la montaña tenía unas cuantas traducciones y significados. [...] los pastores de yaks, que lo llamaban Chomo Uri, lo que tradujo por "Diosa del Pico Turquesa". De vuelta en Londres, Douglas Freshfield, un veterano del Kangchenjunga y antiguo presidente del Alpine Club y de la Real Sociedad Geográfica, tradujo el nombre del Chomolungma como "Diosa Madre del País", lo que pronto metamorfoseó en una expresión todavía más rimbombante, "Diosa Madre del Mundo". Charles Bell, la autoridad académica, afirmaba que el propio nombre tibetano era, en realidad, Kang Chamolung, que significaba "Nieve de la Tierra del Ave". David Macdonald, el protegido de Bell como agente de comercio en Yatung y Gyantse, ofrecía otro nombre todavía más descriptivo que traducido era: "La montaña que puedes ver desde nueve direcciones, la cima que no puedes ver de cerca, la montaña tan alta que los pájaros que sobrevuelan su pico se quedan ciegos".

En el silencio. 
Wade Davis.
Editorial Pre-textos.    

domingo, 4 de agosto de 2019

Un asunto de crampones

"Todo el arco de la cara Norte es completamente inexpugnable. La cara Oeste-Noroeste es imposible cerca de la cima, y lo mismo, más o menos, aunque con menos certeza, se aplica a las caras Noroeste y Sureste; todo esto ha sido extraído a partir de diferentes avistamientos lejanos. Quedan las aristas. La Oeste termina en rocas muy empinadas -no hemos visto más-; la Noroeste se podría ascender hasta la loma nevada que le comentaba si nos la encontráramos en los Alpes -un asunto de crampones, diría yo-. Por encima de ésta, la larga franja de una cresta nevada conduce a una pendiente empinada de rocas, y hay otra cuesta más allá, pero más corta, donde una de las bandas verticales se encuentra con la cresta; pero en ambas partes las rocas parecen quebradas por barrancos, aunque no creo que sean imposibles de salvar. La verdadera cima es una roca con un ángulo moderadamente sencillo. La arista Norte no baja de la cima, sino de la arista Este, que en comparación es plana y nevada sobre ese lugar. Creo que podría funcionar si alguien logra llegar al collado que hay entre ese punto y el primer pico en dirección norte.
Bueno, pues eso es todo lo que sabemos de la montaña desde el punto de vista del ataque [...] Todas las caras que dan al norte son la mar de empinadas, así que dudo que haya un collado accesible en esa parte cerca del Everest, incluso aunque la arista Oeste fuera una línea de ataque [...] Con eso entenderá que tenemos una tarea tremenda entre manos. Apenas tengo una mínima esperanza de coronar la cima, pero por supuesto hemos de proceder como si fuéramos a llegar".

George Leigh Mallory. Expedición de 1921.

  

miércoles, 24 de julio de 2019

El habitante de la fortaleza


Al norte de Urgench, en los territorios del antiguo Imperio Corasmio, diseminadas por el desierto, permanecen dormidas y decrépitas varias fortalezas. En una de ellas, de inmensa planta cuadrangular, avistamos a este mochuelo, a cubierto del sol abrasador, que no dejaba de observar a aquellas criaturas inoportunas que interrumpían la paz de su descanso. 

domingo, 21 de julio de 2019

Las grandes nubes


Las grandes nubes

                              Las grandes nubes de nuevos continentes,
                                        pies cansados en climas tan misteriosos.
                                       N o bajes hasta la otra parte para nada.

                                                                                  Jack Kerouac


Miradlas.
Están ahí, poderosas, impenetrables.
Como un torbellino de hielo
en nuestros ojos cansados.
La magnitud sensible que sostienen las montañas,
el velo que oculta todo lo que desearíamos conocer.
Aquello por lo que, tal vez,
abandonaríamos el hogar
o nos dejaríamos cortar un brazo.
La parte de nosotros
que nos está vedada.
El misterio que nos atraviesa.

                                    MCH
                                

RFR


SE VA A ACABAR EL MUNDO

                                                     "Un cierto instinto pitagórico hace que
                                                      se consideren los números redondos
                                                      como cifras fatídicas. Así fue el año 
                                                      del Mil, así será el de Dos Mil: 
                                                      se va a acabar el mundo."

                                                                                        Alfonso Reyes


Con tanta mierda, bien valdría la pena que lo hiciera.
Con tanto niño condenado a reventar por enfermedad o por hambre,
con tanto cabrón, con tanto golpe de pecho, con tanto cobarde,
con tantos pobres cuya multiplicación sería la especialidad de Dios
si no fuera la especialidad de algunos hombres sin Dios.
Con tanta tantez bien valdría la pena.

Pero de pronto se sonríe uno de mis nietos,
pasa y quizá hasta se queda una lunarada muchacha lila,
amanece con sonidos de pájaros,
encuentro a un nuevo amigo, algo
increíble a mis años,
leo el poema aquel, oigo el concierto del alma,
un mísero parte su mendrugo
y da la mitad a otro mísero.
Al carajo el instinto pitagórico, los números redondos.
Todavía podemos hacer cosas por las que vale la pena vivir
y morir como Dios manda.

                                                                 Roberto Fernández Retamar.

sábado, 29 de junio de 2019

El dedo sobre el mapa


Partir está al alcance de la mano
y el destino importa poco.
Para dar la vuelta al mundo basta
con poner un dedo sobre el mapa.

            Herme G. Donis

jueves, 27 de junio de 2019

Villaeles


    Villaeles de Valdavia- Palencia.

Hacía más de cuarenta años que no pasaba por allí, pero todo sigue más o menos igual. Hay otro bar frente a la fonda en la que solíamos pernoctar. Más allá, como entonces, se extienden los campos en los que mi padre, mi tío y mis primos con sus perros y sus escopetas acechaban detrás de perdices, codornices y liebres.
Yo, por mi parte, nunca fui aficionado a la caza, pero ya sentía la pulsión de viajar y caminar por bosques y montes. En aquellos días llegar a Villaeles, tres personas y dos perros en un seiscientos era algo parecido a una odisea.
Recuerdo que yo iba de morralero, siempre detrás de la escopeta de mi padre o de mi primo, por si se escapaba algún tiro. 
Por entonces me leí las obras de Miguel Delibes sobre su amor por la caza, pero jamás me llegó suficientemente la parte que hablaba del acto de matar. Me quedaba más bien con las hermosas descripciones de la planicie castellana. 
Acompañé a mi padre durante dos o tres años y con él viví algunas de las vicisitudes, las conversaciones y las baladronadas de los cazadores, muy dados ellos a contar historias exageradas y hazañas que difícilmente pudieron ocurrir.
Luego me hice mayor y descubrí que había otros mundos y cambié el morral de los bocadillos por mochila en la que no cabían animales muertos ni cartuchos ni cartucheras.
Para entonces mi padre había dejado de cazar.

sábado, 22 de junio de 2019

Caminos cruzados

                                                                                                      Apamea (Siria) 2009.


Entonces éramos la vida, caminos que se cruzan, 
paralelos y meridianos en un orbe al alcance de nuestra voluntad y de nuestros sueños.
Éramos el abrigo para la lluvia en medio de la ciudad milenaria.
Éramos el espejo en el que mirarnos siempre.
Siempre.

                                                     (Para Conchita y Amelia, in memoriam)

viernes, 14 de junio de 2019

La balada de Mary Burns

Mientras Marx y Engels redactan el Manifiesto Comunista
y un fantasma voraz recorre Europa, la olvidada Mary Burns
camina desde los arrabales hacia la fábrica
por calles oscuras que flanquean edificios de ladrillo rojo y humo negro.
Sus manos, a los veintitantos años, son grietas de hilos de algodón,
estigmas tan rotundos como el frío de la madrugada
o la línea de ferrocarril que atraviesa los campos silenciosos
entre Liverpool y Manchester.

Mientras Marx y Engels transforman en palabras visionarias
el hacinamiento y las enfermedades
de aquellos que malviven como Mary Burns,
ella labora quince horas al día al fondo de un barracón entre telares,
y el estruendo que provoca el hambre,
entre penurias de paños grises,
en el estupor preciso del alcohol,
frente a un horizonte de cadáveres que llegan a la muerte
con la puntualidad de las sirenas que cierran la jornada,
con la rutina de los días incoloros y la miseria entendida
como uno más de los medios de producción.

Mientras Marx y Engels hacen acopio de razones para la revolución,
Mary Burns como Virgilio conduciendo a Dante de la mano,
es quien les regala las razones, una a una,  golpe tras golpe,
cuando muestra a los insignes alemanes,
entre talleres, cuartuchos y vertederos,
la verdadera y única faz de los infiernos.


                                                                             MCH 

jueves, 6 de junio de 2019

Al vent


En 1968 Raimon cantaba Al vent en este mismo lugar ante una infinidad de estudiantes.


https://elpais.com/diario/2008/04/27/cultura/1209247203_850215.html

viernes, 31 de mayo de 2019

Un paseo por las Montañas Simien

La Revista Amberes me publica una pequeña historia sobre mis andanzas del año pasado por las Montañas Simien en Etiopía. Se puede leer aquí.


sábado, 25 de mayo de 2019

La cola del Everest

                                                                                                    El País- AFP

Cuando yo leía libros sobre expediciones al Himalaya me imaginaba hombres que subían montañas con la decisión de los héroes y una mirada especial (o tal vez era el alma) entre romántica y aventurera.
Cuando yo leía libros sobre expediciones al Himalaya se me grabó en la memoria como una marca indeleble que lo importante no era la cumbre sino volver a la base. Regresar.
Y entonces imaginaba que Peña Vieja era el Nanga Parbat y el Cuernón de Peña Sagra el hermano doméstico del Sisha Pangma. Mi Everest y mi K2 estaban un poco más lejos.
Las montañas, subir a las montañas, eran algo así como la liberación de la rutina, soñar con los horizontes, disfrutar de la soledad y del silencio en compañía y sobre todo crecer, hacerte un poco más sabio.
Hace mucho tiempo que no leo libros sobre expediciones al Himalaya, aunque sigo mirando a las montañas con enorme cariño y profundo respeto. 
No tiene culpa el Everest, Chomolungma (madre del universo) en tibetano o Sagarmāthā (la frente del cielo) en nepalí, de que hoy cuando pienso en esa hermosa montaña blanca me acuerde solamente de las colas del supermercado.

martes, 21 de mayo de 2019

El naranjo de la abuela

La abuela puso en un tiesto una pepita de naranja, que después guardó mi madre durante cierto tiempo. Luego la maceta acabó en mi casa y la plantamos en el jardín.
Durante varios años el árbol fue creciendo sin dar fruto.
Un día trajimos un limonero y fue en ese momento cuando el naranjo de la abuela comenzó a identificarse.

miércoles, 15 de mayo de 2019

Gavia

Hay dos actitudes que aprecio en un poeta y en un viajero. Y aún más en aquel que es ambas cosas a la vez.

La primera de ellas es el pudor irrefrenable, cuando es sincero, que impide autocalificarse como tal, como si la panoplia de lecturas que se poseen y la admiración por aquellos que consideramos auténticos poetas o auténticos viajeros abortaran con los años cualquier veleidad y cualquier plumaje de pavo real.

La otra tiene que ver con la proverbial tendencia al extrarradio. Es decir, esa lógica por la cual cuando eres forastero (y por alguna extraña razón, a pesar de tus desvelos, lo sueles ser siempre y en todo lugar) tus pasos y tu instinto te llevan a los espacios mágicos donde nunca, nunca, se acumulan las atracciones masivas que suelen congregar en cualquier ciudad a aquellos que, como si fueran el conejo blanco de Alicia, se trasladan con la prisa asfixiante de las agencias turísticas.

Si se conjugan adecuadamente ambas capacidades y añades a ellas el poso necesario que da el tiempo, tal vez en algún momento consigas hacer un extraordinario poema o, al menos, consigas una buena conversación con el paisanaje castizo de una taberna recóndita a la que, a buen seguro, nunca llegará la afiebrada marea de las bermudas y las cámaras de fotos. Mientras tanto, la alquimia de la prueba y el error hará que lo que escribas sea bueno, o al menos lo suficientemente bueno para que, siempre que tu ímpetu no sea trascender a parnaso alguno, estés satisfecho con lo conseguido.
¿Y acaso no es eso lo importante?

Pues bien, recientemente he tenido la ocasión de asistir a la presentación de un libro de poemas titulado “Gavia” (título ya de por sí suficientemente atractivo o que al menos parece promesa de una buena singladura para aquellos aquejados del mal del horizonte). El autor, Sergi Bellver, aunque aventajado viajero, a juzgar por el índice del libro, y ducho en otras letras, hace confesión de primerizo en eso de la poesía. Pero para ser sinceros, y al menos para mi gusto, la bisoñez en nada se le nota, pues es de suponer que a falta de experiencia poética, que a veces está muy sobrevalorada, le sobran lecturas, buen ojo para absorber lo que se vive y el sosiego de un hombre tranquilo.

 Los poemas de Gavia que hasta el momento he podido leer (lo siento, no he hecho caso al autor y he leído a saltos de mi propia experiencia viajera y no de principio a final como él recomienda) se atraviesan con el placer del viajero que regresa a aquellos lugares en los que alguna vez fue feliz y a los que, contradiciendo a algún cantautor de recia voz cascada, siempre debes volver.

A mí también me aguarda de nuevo en algún momento la Última Esperanza y, como hombre cabal, padezco sin remedio del Credo Leonés.



Credo Leonés

                                                  Para Luis Miguel Rabanal

Creo en León, reino sobrio y generoso, linde del cielo y de
la tierra. Creo en el libro del frío, en la memoria de la nieve,
en la casa roja y en el sepulcro en Tarquinia, que fueron
concebidos por obra y gracia de las minas de carbón y de las
fraguas, donde nacen todos los poetas y cuentistas de estos
lares. Creo en los bosques bercianos y en los cañaverales
coyantinos, por los que agoniza y resucita el sol padre. Creo en
el templo mozárabe que habrá de durar otros mil años en el 
Valle del Silencio. Creo en el silencio de Valdeón, Vegacervera
y Valdeteja, como creo en el de otros valles agazapados entre
las hoces de los ríos, refugio de sauces y cerezos por los siglos
de los siglos. Creo en los pecios de los pueblos en el fondo de
los pantanos, donde todavía suenan ahogadas las campanas de
sus espadañas. Creo en el mar leonés, en su oleaje de ramas y
espigas, en sus atalayas de ladrillo y en el faro de Sahagún, en
el que duerme el espíritu santo de un torrero escribidor. Creo
en la cigüeña que camina sobre las aguas de hierba  y sobre la 
espuma de las flores, como el hijo del carpintero en el mar
de Galilea. Creo en las iglesias de barro, en los palomares de
barro y en los hombres y las mujeres de barro que protegen las 
almas y los campos del olvido y la sequía. Creo en el perdón
a los niños que se avergüenzan de apalear a los perros y en la
lealtad de los arrieros humildes. Creo en la inversión cósmica 
del cocido maragato y en la desecación de la carne, así como 
creo en la liturgia del vino y en la tertulia eterna. Amén.

                                                                 Sergi Bellver

miércoles, 8 de mayo de 2019

Cita de palabras

Las palabras son la escurridiza sustancia del mundo que imaginamos.

                                                                Lina Meruane.

Volverse Palestina.
Literatura Random House

lunes, 6 de mayo de 2019

Historia de una bala

Coincidirán conmigo en que la imagen es inquietante, reconocible pero inquietante más allá de la percepción que tenemos grabada en nuestra mente respecto al uso con que comúnmente se identifica a ese objeto.
Sí, no hay duda, ese objeto es una bala. Una bala con malformación. Una bala muerta, sacrificada.
Si la observamos detenidamente comprobamos que la visión del proyectil aún nos puede dar más claves. En su base vemos que está datada: una fecha y un país. México, 1931.
Hasta aquí los signos externos. Luego se abren otros caminos.
Uno de ellos nos adentra en una vía histórica más o menos abordable: el motivo por el que armamento de fabricación mexicana llega a España alrededor de una fecha, 1931, en la que en este país se instaura la II República.
El otro sendero, más cercano pero, paradójicamente como veremos, también más inexpugnable, tiene que ver con la razón por la que una antigua e inútil bala mexicana se conserva hasta nuestros días en una anónima vivienda del extrarradio obrero de Santander.

Lo cierto es que con toda probabilidad su entrada en España fue posterior a la fecha que señala su base (o culote). Exactamente a partir de un lustro después, con la guerra civil ya en marcha.

Hay que retrotraerse al triunfo de la revolución en 1910 para comprender la cercanía de México con el gobierno español republicano instaurado a comienzos de la década de los treinta, dado que desde entonces la política exterior mexicana había optado por apoyar diplomáticamente y sin exclusión cualquier gobierno constituido legalmente en contraposición a gobiernos de inspiración antidemocrática. 

En consonancia con lo anterior, el gobierno mexicano del presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940) había dado muestras ya, con anterioridad a la conflagración, de sus abiertas simpatías hacia la República Española. Tal vez porque al autodenominarse ésta como una república de trabajadores entroncaba meridianamente con la tradición progresista de México, encarnada en Benito Juárez o Francisco Madero y sus ideales respecto al reparto de tierras y la división de poderes dentro del Estado.
Así mismo es posible que Lázaro Cárdenas observara un creciente paralelismo entre el acoso interno y externo que la República Española estaba sufriendo y el peligroso avance con que las fuerzas conservadoras mexicanas acuciaban a las políticas de progreso que su gobierno estaba emprendiendo. A esto se unía un panorama internacional donde el fascismo se encontraba en plena ebullición, lo cual, por simpatía, podía comprometer seriamente no solo sus intentos reformistas en política interna, sino también la posición del estado mexicano en el plano internacional.

Lo cierto es que con el estallido de la Guerra de España en 1936 la ayuda diplomática y la colaboración de México con el gobierno español aumentaron proporcionalmente. No solo la diplomacia del país azteca se hizo cargo de los intereses españoles en aquellos estados en los que la mayor parte del personal adscrito a las embajadas se alineó con los facciosos insurrectos, sino que sus fábricas de armamento se pusieron totalmente a disposición de la maquinaria de guerra republicana. Y del mismo modo, una vez que las reservas de armas fueron agotándose, el gobierno de Cárdenas funcionó como pantalla en la intermediación para la compra de material bélico a otros países, intentando salvar de este modo el bloqueo que las grandes potencias, como Gran Bretaña, Francia o Estados Unidos, habían acordado como hipócrita política de no intervención.

Además, a pesar de (o quizá debido a) la aguda polarización que la guerra en España provocó entre la población de México, no pocos ciudadanos de ese país acudieron para combatir a favor de la democracia y la legalidad republicana en las Brigadas Internacionales.

Finalmente, cuando la derrota del gobierno de la II República estaba más que decidida, fue el país de Lázaro Cárdenas uno de los que con más determinación acogió a la diáspora del exilio español.


Y una vez referido todo lo anterior, en un intento por acreditar la razón por la que una bala fabricada en México tiene protagonismo en esta historia, pasamos a su explicación.

Suponemos que dicho proyectil llega en plena contienda al Frente Norte, en España, en perfectas condiciones para su labor: la de matar. Sin embargo, como se puede apreciar dado que no está percutido, nunca llega a ser utilizado para ello, sino que al final, por circunstancias del combate, su cometido será otro muy distinto.

La bala la llevaba en su cinturón un soldado del ejército republicano llamado Domingo Pablo Martín Gómez, nacido en Santander en el año 1915. Tenía 21 años al comienzo de la guerra y hasta entonces se desempeñaba como panadero en el obrador de la Panadería Carús, que existía (al menos con ese nombre entonces) en la Calle Arrabal. Oficio, por otra parte, que continuaría ejerciendo a lo largo de su vida tras su desmovilización, a la par que otros pequeños trabajos que iban completando, como en el caso de muchos otros obreros, las precarias economías familiares de la época franquista.

 Pero antes, Pablo, había vivido en la Calle San Sebastián de Santander y había estudiado en la Escuela de Artes y Oficios que estaba situada en lo que hoy es el Colegio Público Magallanes.

Sus hijos, por aquello del silencio que ocultó durante años gran parte de lo ocurrido al bando perdedor, desconocen la mayoría de los lugares a los que a Pablo le llevó la marea bélica. No obstante todo parece indicar que una parte importante de su vida de soldado se desarrolló, como hemos avanzado, en la defensa del Frente Norte en el sector  de lo que se llamaba entonces la provincia de Santander, aunque con la caída paulatina de la cornisa cantábrica en manos de las tropas franquistas y la retirada hacia Asturias del contingente republicano no finalizó su vida de combatiente. Pero al menos algo de lo poco que les contó al hilo de las veleidades montañeras de sus vástagos fue la descripción de diversos parajes de montaña del occidente cántabro, cuando estos, ya anciano, le referían sus caminatas por las trochas de los Picos de Europa y él recordaba  la travesía en huida por aquellos montes de los pelotones de soldados de la República ante el avance imparable del ejército rebelde.

Seguramente fue antes del repliegue descrito cuando ocurrió el episodio de la bala agujereada. Como hemos dicho, el soldado Martín Gómez la llevaba junto al resto de su munición en una cartuchera rodeando su cintura. No sabemos en qué lugar sucedió, pero donde fuera, inopinadamente recibió una descarga desde las posiciones enemigas, con tal fortuna que el disparo atravesó la bala mexicana justo por el espacio que corresponde al depósito en el que se acumula la pólvora, la cual explotó produciéndole una quemadura de cierta importancia, pero evitando que el tiro del adversario le hiriera mortalmente.

Es más que probable que a resultas de este suceso nuestro soldado fuera evacuado a un hospital de sangre en Santander. Según nos cuenta su familia este hospital estaba ubicado en el edificio del Gran Casino del Sardinero. Allí conocería a la que más tarde sería su esposa, María, que junto a la propia hermana de Pablo, cumplía en aquellas instalaciones de campaña labores de enfermera con el Socorro Rojo.

La propia María contaría tiempo después que al acabar la guerra fue investigada por las autoridades triunfantes, las cuales querían saber si ella había estado curando “rojos”, a lo que había respondido que ella había curado a todos los heridos y que todos tenían la sangre roja. Respuesta ésta que no debió ser del agrado de los interrogadores ya que le supuso una ficha en la que sorprendentemente se la clasificaba como roja peligrosa.

Y una vez hecho este inciso, abrimos otro para decir que tampoco sabemos cuanto tiempo permaneció Pablo Martín en aquel hospital lejos del frente, pero durante uno de esos días, concretamente el 30 de abril de 1937, llegó a ser testigo desde la costa del hundimiento, por el choque contra un mina, del Acorazado España, que por entonces tenía encomendada para el bando sublevado la misión, junto al Velasco, de patrullaje y bloqueo de la zona republicana.

Luego, para nuestro soldado, llegaría la retirada ya descrita hacia Asturias. Y a tenor de los recuerdos que se van desencadenando en sus hijos con nuestras preguntas, podemos conjeturar que desde algún puerto asturiano, probablemente Gijón, y tras la finalización de la campaña del norte en octubre de 1937, fue evacuado en barco a Francia con los restos de la tropa, cruzando los Pirineos en tren para reincorporarse a la lucha en Teruel a partir de diciembre de 1937 o enero de 1938. Aquel invierno fue uno de los más gélidos del siglo, por lo que no es de extrañar que uno de sus recuerdos repetidos a lo largo de los años, junto al de los canjes de tabaco por papel de fumar con los soldados de la trinchera contraria, fuera el del frío extremo que allí padeció.
En la mañana del 22 de febrero de 1938 el ejército franquista entró finalmente, tras duros meses de batalla y una ciudad arrasada, en la pequeña capital de la provincia aragonesa sin apenas resistencia por parte republicana, dado que los mandos habían conseguido evacuar con éxito a una parte de la guarnición.

Como tantos otros detalles de esta reconstrucción realizada a través de un rosario de recuerdos silenciados a lo largo del tiempo, no podemos saber si fue en Teruel donde llegó para Pablo, no solo la derrota sino la prisión posterior hasta el final de la guerra un año largo después. Lo que sí ha quedado en la memoria de su familia ha sido que con el fin de la contienda fue obligado, como tantos otros jóvenes republicanos, a cumplir el servicio militar en la nueva España franquista.

Y hoy que Domingo Pablo Martín Gómez ya no está, 80 años después de la finalización de la Guerra de España, su hija nos muestra en su mano, como una suerte de amuleto que el joven soldado guardó hasta el día de su muerte, la bala llegada de México, que una vez, en otro remoto día del periodo más trágico del pasado reciente de este país, le salvó la vida.
La segunda vida que Pablo pudo vivir.



lunes, 29 de abril de 2019

Días de cine





En "El lado oscuro del corazón", la hermosa y poética película de Eliseo Subiela, el poeta Mario Benedetti interpretaba un pequeño papel, en el que vestido con el típico abrigo azul de marinero soltaba una curiosa perorata en alemán, en lo que supongo que fue su bautismo de fuego como actor de cine. Y yo, que desde luego no soy ni por asomo alguien como el recordado poeta uruguayo, ayer también  tuve la suerte de disfrutar en Gijón de un curioso estreno en las artes cinematográficas.
Fue larga la sesión y, en ocasiones, tremendamente cansada. No obstante pude comprobar in situ lo esforzado del oficio; e imagino que si el común de los mortales pudiera acceder a un rodaje de película, observaría sin duda el amor que hay que tener por una actividad como esta y valoraría con calor cada segundo del metraje cuando se planta delante de una pantalla para disfrutar del milagro del cine.

Toda mi admiración para todos aquellos con los que he compartido, curioso, este estupendo día y que el éxito les acompañe siempre.
Y hablo de éxito, no de triunfo, porque es un éxito disponer de la fuerza y la entrega para hacer aquello que a uno le gusta.

Y de mi, qué decir. Comprobé que soy un maravilloso actor de carácter. El mundo del cine ganó por un día a un irrepetible (y digo irrepetible con toda intención) intérprete del séptimo arte.
Siempre que en la fase de montaje no desaparezca como un errante holograma que se funde.   

sábado, 20 de abril de 2019

Buscar una aguja...



El pasado está hecho con el aire espeso que dejan los muertos sobre sus tumbas. 
Un hervidero de silencios lleno de memoria sin remite y sin destino.
Y mientras tanto, lejos de mi, con la tierra por hermana, camino entre ellos bajo la lluvia y el tiempo suspendido.