Entonces éramos la vida, caminos que se cruzan,
paralelos y meridianos en un orbe al alcance de nuestra voluntad y de nuestros sueños.
Éramos el abrigo para la lluvia en medio de la ciudad milenaria.
Éramos el espejo en el que mirarnos siempre.
Siempre.
(Para Conchita y Amelia, in memoriam)
Siempre.
(Para Conchita y Amelia, in memoriam)
No hay comentarios:
Publicar un comentario