No tengo ni idea de hacia dónde derivará la admisión a trámite por el Tribunal Constitucional de la derogación de la Ley de Memoria Histórica y Democrática de Cantabria, porque uno, aunque prefiere ahorrarse la contemplación de los laberintos en los que nos meten los leguleyos, ya se está acostumbrando al vértigo de las decisiones judiciales de este país.
Pero creo que si puedo decir que los derogadores, que ya se han apresurado a justificar y a manifestar que aquí no pasa nada, yerran a sabiendas cuando señalan que el revés que sufren con ello es una simple cuestión administrativa que no les va a apartar, prietas las filas, de sus íntimos y húmedos deseos. Veremos, porque hay partido, más popular (ya está bien de hurtarnos las palabras) y más transversal que el suyo.
También afirman, con cierta malevolencia, que la misma legitimidad tiene el estoque que ellos aplicaron a la ley como la misma ley promulgada en la anterior legislatura. Y sin embargo, miren que me parece a mí que no. La "vacuca" por lo que vale. De ninguna manera, ni real ni moralmente, es lo mismo una derogación para el olvido que una ley para los olvidados.
Imagínense el caletre de estos adefesios y, sobre todo, de sus socios, que ya han dado sobradas muestras de sus desatinos a lo largo y ancho de esta tierra de conejos. Imagínenselos. Con la misma lógica disparatada con que cargan sus miserables trabucos ideológicos podrían legitimar cualquier cosa: el regreso de la esclavitud, el partido único, las lobotomías para los que no son como ellos, los campos de concentración para inmigrantes en países intermedios, las vallas gigantes en las fronteras, los resorts y las piscinas en territorios previamente bombardeados...
La biblia en verso, ¿no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario