Me entero hace unos días de que a Gallego y Rey, los excelsos dibujantes de viñetas del diario "El Mundo"(para mi lo mejor que había ahí a gran distancia), la dirección de ese periódico se los ha cargado después de un montón de años.
Supongo que es algo que ocurre casi todos los días, aunque pienses que eso jamás te va a tocar a ti. No vamos a ponernos a discutir por una miserable cartita de despido el derecho que tiene un patrón a organizar y reorganizar sus medios de producción.
Pero de pronto pienso, ¡caramba!, si a ellos no es a los únicos que les pasa una cosa así. Más o menos en las mismas fechas, y salvando todas las distancias que podamos imaginar, al pequeño, pero digno, grupo de trabajo de memoria colectiva en el que estoy inmerso le ha pasado lo mismo, mismito.
Diez años, diez (por lo menos), se ha tirado ese grupete publicando mes a mes (hagan un cálculo) un artículo en un diario digital (de cuyo nombre no me voy a acordar) divulgando temas relacionados con la memoria de Cantabria, esa en la que casi nadie reparaba (salvo algún que otro ilustre ejemplo previo) hasta que empezamos, o proseguimos. Cada artículo, algunos más y otros menos, implicaba a varias personas en su investigación, en su redacción y en su corrección. Y todo eso gratis, señores, gratis. Por amor al arte o por militancia (ahora llámennos intrusos, que está muy de moda), porque ninguno tenemos carnet ni título de periodista. Tenemos otros, pero no ese.
Y cuando digo gratis, es gratis. Nada hemos pedido en estos diez años, más allá de que se pudiera conocer el fruto de nuestro trabajo. Bueno, sí, una cosa pedimos: una clave o una suscripción para el grupo con el objeto de poder leer los comentarios de los lectores a nuestros artículos. Se nos contestó de forma irónica y cicatera, confundiendo al grupo con los componentes del grupo: ¡Qué raro! ¿Cómo es posible que nadie seáis suscriptores de nuestro periódico? Y la petición no se nos concedió.
Ciertamente este episodio tendría que haber sido suficiente para mandar al carajo al director y a toda su redacción, pero qué le vamos a hacer, somos así de majos, elegantes y buena gente.
He de reconocer que al principio, hace diez años, cuando ellos nos necesitaban, todo eran buenas palabras, amor y simpatía. Incluso nos hicieron un reportaje. Luego con el tiempo apareció Mister Hyde. Y recibimos insufribles regañinas por cómo enviábamos los artículos o porque faltaban subtítulos o vaya usted a saber. O los ponían ellos para hacerlos más vendibles, es un suponer. Lo cual nos hizo interiorizar algo que, en realidad, ya sabíamos: Los intereses del periódico y nuestros intereses distaban muchísimo de ser los mismos.
Aún así seguimos. A pesar de que íbamos contemplando con paciencia budista cómo al caballo de la Memoria Histórica se iban subiendo un montón de jinetes. De hecho el director del periódico debió poner en ello, a juzgar por la cantidad de noticias y artículos sobre el tema que aparecían en el medio, a todos sus escribanos como si no hubiera un mañana o como si todo fuera un ayer. Demasiados cachorros a mamar de la misma teta.
Así que pasó lo que tenía que pasar. No hace mucho nos llegó un comunicado frío como hielo del Everest, a pesar de las apariencias, en el cual se prescindía de los servicios de este grupo de trabajo. No se aducían razones, porque las cuestiones personales que se esgrimían, aparte de estar fuera de lugar, no vienen al caso, y lo que es peor, nos decían que esperaban que supiéramos agradecer la plataforma nacional que habíamos tenido durante estos años, lo cual indica dos cosas. La primera, ya dicha, sus intereses y los nuestros no cuadran ni lo más mínimo y la segunda, aparte de desagradecimiento, manifiesta una soberbia de campeón mundial.
Y volvemos al principio. A Gallego y Rey les han echado de El Mundo y supongo que, como asalariados, habrán tenido un finiquito (sería lo esperable), lo cual no compensa el prurito profesional probablemente, pero ahí está. Es una lógica empresarial. A mi grupo también le han echado con la mismísima lógica empresarial. Sin finiquito, por supuesto, y lo que es peor, sin reconocimiento de ninguna clase.
Pero eso sí, los que nos han largado a nosotros, muy progres ellos, van de superguais.
"Me lo decía mi abuelito, me lo decía mi papá..."
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