Es cierto que hemos cantado "A cántaros" cada vez que hemos podido, con esa conciencia de que hay que combatir las sequías pertinaces, sobre todo cuando éstas condenan todo lo que ha de vivir. Es cierto que aún tiene que llover mucho. Otra vez. Y más en estos tiempos. Es cierto que a los deseos hay que ayudarlos para que florezcan.
A punto de subirme a un avión que regresa leo que Pablo Guerrero se ha muerto. Y entonces recuerdo, casi de forma automática, que tiene que llover y que yo estaba escuchando en una cinta de casette la canción "Para huir de la muerte", mientras llovía mucho, mucho, mucho, también en mi pueblo, cuando las inundaciones de Bilbao. Una vez le escuché cantar en directo en un bar y por algún sitio tengo un libro de poemas suyo dedicado que me regalaron unos amigos. Todo eso recordé. Pero sobre todo, la memoria es así, lo que se me vino a la cabeza antes que ninguna otra cosa fueron los primeros compases de "Pepe Rodríguez, el de la barba en flor". Como un susurro de abejas que sonaban.
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