A mí, lo confieso, me gusta vivir en la vorágine permanente, pero con mesura (qué le vamos a hacer). Me quedo con los conquistadores de lo inútil y elijo casi siempre las militancias que llevan la derrota a puertos lejanos e inseguros (la seguridad suele ser aburrida y conservadora). Y me gusta, sobre todo, sobre todo, entregarme con armas y bagajes a los amigos mientras pasan inadvertidos, invisibles, los enemigos.
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