La guardábamos para una gran celebración y, aunque ya era vieja, envejeció más con nosotros mientras esperábamos, para abrirla, a un momento propicio que nunca éramos capaces de encontrar. Hace muchos, muchos años que no vamos a Oporto. Tantos que la bodega donde la adquirimos ya no existe. Tampoco existe el momento adecuado, el gran momento, porque te pasas la vida buscando.
Hoy nos hemos servido dos copas, mientras escuchábamos Baïlèro de Joseph Canteloube. Hemos llorado victorias y seguimos celebrando derrotas.
Y mañana, ya pensaremos en regresar de nuevo a la desembocadura del Duero.
Yo pensé que sería feliz trabajando en su jardín botánico.
ResponderEliminarNo me extraña. Un abrazo.
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