A esta hora en la que escribo, un par de titiriteros seguirán enchironados y yo, en mi ingenuidad, continuaré alucinando con el país en el que vivo.
A esta hora en la que escribo, no me queda más remedio que pensar que a las inmundas comadrejas les dan igual los titiriteros, los niños, los terroristas, las víctimas...
A esta hora en la que escribo creo que a las inmundas comadrejas solamente les interesa ganar su pulso de titanes, vencer al otro, al enemigo.
A esta hora en la que escribo, y también antes o después, las inmundas comadrejas juegan al ajedrez como generales necios y alocados, que sacrifican con total impavidez cualquier peón innecesario.
A esta hora en la que escribo me gustaría descoyuntarme de risa con sus guerras de oper-eta, pero entonces me da por acordarme de que en semejantes dislates (siempre, siempre) el primero en morder el polvo es el corn-eta.
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