Siempre he tenido una pesadilla recurrente relacionada con los leones, pero cuando el guía que nos acompañaba armado con un miserable machete, mientras caminabamos observando aves en las proximidades del Parque Nacional de Awash, nos señaló en el suelo la huella que se aprecia en la fotografía y nos dijo que se trataba de un ejemplar que había pasado por aquel lugar la noche anterior, hice un rápido cálculo mental de probabilidades que me resultaron muy, muy poco halagüeñas: "Son las ocho de la mañana y, en consecuencia, el bicho ha podido pasar por aquí hace menos de seis o siete horas (si es que no anda todavía por los alrededores)". Luego me encomendé al dios de los viajeros confusos y al santo patrón de los atletas etíopes y tiré para el refugio más próximo como alma que lleva el diablo, mientras miraba con un ojo a mis espaldas y con el otro conjeturaba con la posibilidad de escalar con presteza inigualable cualquiera de los árboles del camino.
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