Andar entre la madera vetusta
y la intangible poesía
de las sabinas.
Banderas de un reino difunto
que penden de sus ramas.
Deambular entre el crepúsculo y el rocío.
Contemplar, ensimismado,
el paso discreto de las aves
de la luz a la soledad,
de la soledad a la membranza.
Impresionantes
ResponderEliminarHola José María. Es el sabinar de Calatañazor. Por si algún día te cuadra. Abrazos.
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