Era el sonido alado
que despedía la luna.
Era la alarma de los perros
en el trance de perder los sueños.
Era el vértigo
con el que se desplomaba la luz.
Era el mar,
el rumor del aire,
un parpadeo,
el lastre abandonado de las nubes.
Era todo eso,
y era el silencio
que no recuerdo.
El ruido de la noche
y el sigilo
con el que me despertabas
para morirme un poco
en tus brazos.
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