Tras la difusión de los resultados de las elecciones
europeas en España he comenzado a advertir diversas publicaciones de unos y de
otros, en las cuales los partidos y coaliciones más relevantes situados en lo
que se ha dado en llamar la izquierda a la izquierda de los socialdemócratas se
tiran los trastos a la cabeza sin contemplaciones, en un alarde de resentimiento
que debiera tener, sin duda, destinos más útiles y oportunos.
Tal vez sean más aquellas que proclaman la necesidad de
aprendizaje de los errores para no volver a repetirlos, pero aquellas a las que
me he referido en primer lugar son tan estentóreas y sonrojantes que se añaden
como parásitos a todas las que nos tiene acostumbrada esta nueva y
miserable política de insultos y mamporrazos.
Particularmente me ha provocado malestar hasta el vómito un
libelo con el que he tenido la mala suerte de tropezar, firmado por un tal
Willy Veleta (y pongo su nombre aun a riesgo de que alguien tenga la tentación
de buscar en el universo digital semejante bodrio), en el que pone a caldo
infecto a muchos de aquellos con los que irremediablemente los teóricamente
suyos van a encontrarse en innumerables concentraciones y manifestaciones para
defender los mismos objetivos, en el afán de conseguir ese mantra sobado de “mejorar la
vida de la gente”; frase que se pronuncia tantas veces que poco a poco y
desgraciadamente va perdiendo su verdadero significado.
No hay mucho más que decir cuando las espadas están en alto
y la espiral lleva a que cada cual se refugie en su propio caparazón de rencor
e incapacidad de reconocimiento de errores propios, como si estuviéramos hablando de
hinchas futboleros o de "barras bravas". Pero que quede claro que, salvo milagro o
inteligencia, lo que espera al final del camino es la irrelevancia del caracol.
Ni los unos suman ni los otros pueden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario