Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

miércoles, 12 de junio de 2024

La espiral

Tras la difusión de los resultados de las elecciones europeas en España he comenzado a advertir diversas publicaciones de unos y de otros, en las cuales los partidos y coaliciones más relevantes situados en lo que se ha dado en llamar la izquierda a la izquierda de los socialdemócratas se tiran los trastos a la cabeza sin contemplaciones, en un alarde de resentimiento que debiera tener, sin duda, destinos más útiles y oportunos.

Tal vez sean más aquellas que proclaman la necesidad de aprendizaje de los errores para no volver a repetirlos, pero aquellas a las que me he referido en primer lugar son tan estentóreas y sonrojantes que se añaden como parásitos a todas las que nos tiene acostumbrada esta nueva y miserable política de insultos y mamporrazos.

Particularmente me ha provocado malestar hasta el vómito un libelo con el que he tenido la mala suerte de tropezar, firmado por un tal Willy Veleta (y pongo su nombre aun a riesgo de que alguien tenga la tentación de buscar en el universo digital semejante bodrio), en el que pone a caldo infecto a muchos de aquellos con los que irremediablemente los teóricamente suyos van a encontrarse en innumerables concentraciones y manifestaciones para defender los mismos objetivos, en el afán de conseguir ese mantra sobado de “mejorar la vida de la gente”; frase que se pronuncia tantas veces que poco a poco y desgraciadamente va perdiendo su verdadero significado.

No hay mucho más que decir cuando las espadas están en alto y la espiral lleva a que cada cual se refugie en su propio caparazón de rencor e incapacidad de reconocimiento de errores propios, como si estuviéramos hablando de hinchas futboleros o de "barras bravas". Pero que quede claro que, salvo milagro o inteligencia, lo que espera al final del camino es la irrelevancia del caracol. Ni los unos suman ni los otros pueden. 

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