Al abrir un libro has de hacerlo con esmero porque, del cofre que son sus páginas, pueden escaparse viajes maravillosos y peripecias sin igual. No dudes sin embargo que habrá también malandrines y truhanes, advenedizos, falsarios, diletantes, serviles o malvados de toda condición. Pero habrá además magos ingeniosos, músicos de la legua, trotamundos de mente abierta que contagian el ímpetu y sus deseos de conocer más y quizá alguna que otra receta para guisar a fuego lento ese prodigio que algunos llaman libertad.
Al abrir un libro has de tener cuidado porque a veces se escabullen entre los barrotes de sus líneas las melodías del viento, los aromas de la selva y el rumor de las olas lentas que llegan a las islas del tesoro.
Incluso, si no actúas con diligencia, al abrirlo, se puede evadir una mariposa entrometida que, sin venir al cuento, se ponga a leer contigo.
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