Hoy es primero de mayo y como en otras ocasiones he acudido a manifestarme. Me gusta el ambiente festivo, las banderas, la música, los viejos ideales. Sin embargo, a pesar de que en apariencia todo se ha sucedido como en otros primeros de mayo, y aunque no haya estado el antiguo compañero de la C.G.T. para reprocharme, entre sorprendido y satisfecho, mi presencia en esta manifestación y no en la otra, hoy he tenido una sensación crepuscular, indefinible, como de algo que se acaba.
Están cayendo chuzos de punta para los trabajadores, y aunque todos fingimos que sabemos quién está enfrente, lo cierto es que el frente empieza a ser demasiado amplio.
Por la mañana, antes de ir a la manifestación, he estado preparando los quince poemas que me han pedido para un evento a favor de la capitalidad cultural. Junto a los textos me solicitan un título que los agrupe y no sé por qué pero he escogido el de un poema desechado: “Los enemigos transparentes”.
Y de algún modo eso encaja con lo anterior. Nuestros problemas, tal vez en gran medida, vienen de aquellos que no se ven o de aquellos que no se esperan.
Están cayendo chuzos de punta para los trabajadores, y aunque todos fingimos que sabemos quién está enfrente, lo cierto es que el frente empieza a ser demasiado amplio.
Por la mañana, antes de ir a la manifestación, he estado preparando los quince poemas que me han pedido para un evento a favor de la capitalidad cultural. Junto a los textos me solicitan un título que los agrupe y no sé por qué pero he escogido el de un poema desechado: “Los enemigos transparentes”.
Y de algún modo eso encaja con lo anterior. Nuestros problemas, tal vez en gran medida, vienen de aquellos que no se ven o de aquellos que no se esperan.
Menos mal que por lo menos la jornada ha servido de nuevo para volver a ver, después de algún tiempo, a unos cuantos amigos y conocidos a los que, por lo que sé y por la experiencia, no hay posibilidad de mirar a través.
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