La leyenda dice que en lo alto permanece la nave en la que un tal Noé contribuyó a salvaguardar la vida por el natural remedio de la coyunda. Sin embargo, que yo sepa, nadie ha visto los restos del barco hasta hoy. Pero el Ararat sigue ahí (no podía ser de otra manera) como un coloso. El monte mítico de los armenios. Un testigo imperturbable que paradójicamente no está en Armenia. Una historia jamás olvidada como es el genocidio propiciado por el imperio turco en 1915, que aún en la actualidad Turquía niega, tiene la culpa. Pero el Ararat sigue ahí. Manifestando en silencio la tontería de las fronteras.
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