Dios guiaba al perro en el paso de O'Connor
y también guiaba la luz,
de tal manera que los rebaños seguían al sol
dibujando epigramas de alabanza en las laderas de Dingle,
de verde cosido a piedra,
zurcidas en fucsia por los brincos de la princesa.
Allí manda Dios,
pero en Slea Head, no.
No se sabe quien manda en los bravos acantilados
de Slea Head.
Manuel Rivas
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