Epidauro. Grecia.
Hoy, que mucha gente va cargada por el mundo con palito de selfie, como si de golfistas digitales se tratasen, me causa aún más ternura que un desconocido, sin miedo a que yo salga corriendo con su cámara, me pida que le haga una foto.
Y es que yo no robo cámaras, pero me encanta hurtar fotos de gente alegre y despreocupada, de reinas de la noche y de príncipes de las bambalinas.
Así soy.
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