Como ocurrió en todas las ocasiones anteriores, allí nos dejamos de nuevo la piel y la paciencia, pero también muchas palabras y todos los pasos que hasta entonces dimos. Y también los que daremos.
Nos dejamos las lágrimas de siempre y la esperanza que nunca se cansa.
Ya no estaba Miguel, pero encontramos a Miguel y también a Martín, y a una niña que imagina, imagina y a otra que nos regalaba hilos mágicos que todo lo pueden y todo lo curan.
Y vimos aves que vuelan igual que candelitas...
Y después nos quedamos dormidos.
Como gatos felices.
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