En el principio del tiempo
te llamaron Dolor y supiste de la pena y de la ausencia.
Y luego el tiempo se hizo rueda
y cruzaste la vida larga como un lamento.
Y supiste de abandonos
y padeciste de hijos.
Y cuando ya no quedaba apenas nada,
conociste el calvario de sobrevivir a la soledad
y a los cuartos sin alma.
Luego te marchaste despacio,
sin hacer apenas ruido,
como quien por fin descansa,
mientras nosotros, tu prole, en nuestra amargura,
soñábamos con una silla vacía.
Lo siento.
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