Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

lunes, 17 de marzo de 2025

El cristal de la despedida


Me acuerdo de Irlanda, o más bien de las ovejas de Irlanda
y de aquella carretera áspera, calamitosa, nocturna y solitaria
por la que íbamos sorteando ovejas tumbadas perezosamente
al calor del asfalto. Me acuerdo de su lana señalada
de verde o de escarlata: Ovejas punkies decíamos.
Me acuerdo de la Garda que nos esperaba a la vuelta de una curva
en la que las ovejas parecíamos nosotros, tan despistados,
tan felices de estar allí y no en otra parte, tan felices de estar vivos,
tan llenos de la noche y tan perplejos, 
que las desacostumbradas estrellas del cielo
nos salían por los ojos como encendidas levedades
o como sueños que soñábamos despiertos.
¿Qué hacen ustedes por aquí a estas horas tan tardías,
por estos lugares abandonados en los que a nadie
se le ha perdido nada, salvo ovejas, tal vez, o rutas insondables?
Me acuerdo de las ovejas, pero no recuerdo si mentimos
a aquel uniforme azul con nuestra sonrisa más convincente
y nuestro desafortunado y triste inglés de egebé.
O quizá es que no tenía sentido alguno inventar fábulas
cuando, poniendo por testigo a las ovejas, dirigíamos los pasos
a la primera taberna que encontráramos en el camino
y a la última pinta que honrara convenientemente,
sin saberlo todavía, el amargo y futuro trago de las despedidas.

                                                    MCH

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