Vete tú a saber por qué esa fijación de Eduardo Sanz con la mar y con los faros; pero, en lo que a mí respecta, hace muchos años me fui a Madrid a ver una exposición de Cezanne y me quedé trabado antes de entrar con otra en la que los faros de Eduardo Sanz eran como un canto de sirenas.
Desde entonces cuando planeo un viaje voy recorriendo en los mapas el perfil sinuoso de las costas del mundo hasta dar con el símbolo familiar de las gigantescas linternas del mar.
Y allí, a merced del viento las más de las veces, intento emular, torpemente eso sí, los dibujos del maestro.
Hoy el maestro, leo en los periódicos, se ha muerto. Pero nos queda su obra en el interior del hermoso e imponente faro de Cabo Mayor, el lugar, tal vez, a donde van los buscadores de los extremos del mundo y de la soledad.
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