Vuelvo a Madrid, que cada vez es más un lugar de encuentros para mí. Y también vuelvo a asomarme a la misma ventana con ese particular horizonte de dientes con caries.
Ahí están ellos, mis amigos. Y, aunque hayan vuelto en muchos casos a sus lugares de origen (como he hecho yo), trazado está el rumbo con marcas invisibles, aunque indelebles.
Basta seguirlas.
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