Al principio se trataba de derrocar a un dictador. Por tanto levantaron, como tantas otras veces, su fabuloso circo mediático apoyando a unas etéreas y equilibristas fuerzas democráticas de las que no se sabía nada. Y se sigue sin saber.
Luego llegó otra guerra en la que se usaban y se destruían, se volvían a usar y se volvían a destruir montones de armas que alguien fabrica y que alguien vende al mejor postor. Y la guerra duró y duró, y cuanto más duraba, más armas se vendían y más armas se destruían y más armas se volvían a vender.
Y mientras tanto la tierra en la que vivían los habitantes dejó de ser la tierra en la que vivían para convertirse en un teatro de operaciones y en un enclave geoestratégico.
Y seguían cayendo bombas.
Lo que no se sabe muy bien es de qué modo y cuándo a los equilibristas democráticos y a sus mecenas se les colaron, como en otras ocasiones, los degolladores impíos.
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