Cuando el nivel de la crisis nos
llegó al cuello supuse que estaba llegando el momento. Ahora sí. Aunque fuera espoleados
por la asfixia, todos, nosotros, los indignados, los débiles y los nadies, nos
uniríamos para rechazar la mentira, la corrupción, el hábil juego de los
poderosos.
Pero cuando el nivel de la crisis
nos llegó a la nariz, ahí sí, ahí comencé a perder la esperanza a medida que
perdíamos el olfato y hacíamos mohines y nos poníamos exquisitos.
Pero lo peor vino cuando el nivel
de la crisis nos llegó hasta las cejas y todos los tuertos nos quedamos ciegos.
Ahora, ya, empezamos a estar hasta la
coronilla…
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