Algo deben de tener las gafas azules. Poderes extraordinarios, tal vez. Permiten defender una cosa como si la vida fuera en ello y exactamente la contraria con la misma tenacidad, cuando cambian las circunstancias. Quizá con semejantes lentes ves venir los vientos a la par que los olfateas. Con gafas azules probablemente te transformas, a la kafkiana manera, en un insecto o, más bien, en un tentetieso. Ya saben, esos muñecos que se bambolean al mínimo golpe cuando por pies tienen una bolita. Mágica probablemente. Tan mágica que a los poseedores de tales gafas les da lo mismo abrazar el marxismo que atacar el marxismo, estar en contra de la OTAN y a favor de la OTAN un minuto después. Manifestar que son de izquierdas y actuar como que no lo son.
Pues nada. Que algunos las llevan puestas sobre la nariz y otros en el bolsillo de la chaqueta, junto a la chequera.
Que disfruten de los nuevos viernes de pasión tanto como nosotros los vamos a sufrir.
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