Decir que Venecia es una maravilla no es ninguno de los secretos que la ciudad guarda. Y está dentro de lo normal que la mayoría de la gente quiera descubrirlos. Pero tampoco es un secreto que en su propia belleza está su maldición.
Venecia tiene muchos problemas que hacen tambalear su supervivencia; y a ellos se añade lo que se ve en la fotografía. En muchas ventanas y en muchos balcones cuelgan pancartas y carteles del vecindario harto del constante paso de los cruceros que contribuyen al deterioro de una ciudad ya con suficientes peligros.
Durante mi estancia pude contemplar la presencia a muchas horas del día de estos gigantes del mar, más altos que las propias casas de Venecia, repletos de turistas y, por ende, de dinero. Y es que el dinero lo puede todo (ya lo dijo el arcipreste).
Al menos los barcos se movían en su navegar. Nada que ver con ese transatlántico anclado que las fuerzas vivas nos han plantado en la bahía de Santander a mayor gloria del poder bancario.
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