Bien temprano me acerco al bar del pueblo a tomarme un café. En la barra un chaval en buzo de trabajo, y presumo que con pocas luces, comenta con la camarera algo sobre una lavandería que tiene un familiar. Parece que todo es automático en la empresa y no necesita empleados, lo cual, según comenta, es una tranquilidad. Y añade sin sonrojo alguno que tener trabajadores es la mayor desgracia que puede ocurrirle a una empresa.
El resoplido que le lanzo le envía fuera del local. También automáticamente.
Así nos va.
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