Hace muchos años que no me acercaba por allí; tantos como para que el olvido se hubiera asentado estratégicamente entre mis recuerdos. Es el cementerio protestante de Cazoña. Está allí desde 1864, antes de que el barrio de Cazoña, tal como lo conocemos ahora, existiera.
Hoy se guarda entre edificios, como una isla de otro tiempo, escondido del fárrago urbano, pero a mis doce o trece años, cuando desde el Paseo del Alta caminábamos hasta Peñacastillo en busca de cuevas y de rocas que trepar, se alzaba allí, solitario entre prados y callejos. Era nuestra primera parada en la ruta del misterio y la aventura que nos ha traído hasta aquí.
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