En realidad todo se puede negociar salvo la vida o la muerte.
Cuando alguien manifiesta que un asunto es innegociable está simplemente
anteponiendo su yo egoísta al nosotros, está situando una cancela herrumbrosa
entre él y los demás, de tal modo que prevalezcan sus supuestas razones sobre
la opiniones que no le van a poder llegar de su alrededor.
Es el detentador del poder, pero también de la soledad.
Tarde o temprano se convierte en el aduanero en la frontera
o un náufrago en una isla.
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