Cuando la persona que ha ido acumulando fotografías a lo largo de su vida en la clásica caja de membrillo ya no está, para sus descendientes es como si se hubiera borrado gran parte del rastro de las huellas que conducían al hogar. Miras rostros y más rostros en papeles ajados, intentando adivinar en ellos algunos rasgos que te identifiquen a ti. A lo que fuiste. A lo que ya no serás.
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