"Puedo desaparecer en cualquier momento. Así es el caminante. Ahora estoy aquí y al instante siguiente allí. Me pongo de pie, agarro el morral y echo a andar. Sin más. Cuando eres pobre, puedes vivir así. Llevo encima todo lo que poseo. La ropa que cubre mi cuerpo, el cuchillo que cuelga del cinturón. El yesquero y el guksi, la cuchara de cuerno de reno, la bolsa con sal. Mis cosas apenas pesan. Soy ligero y de pies rápidos, antes de que me echen de menos ya me encuentro en otro valle. Sin dejar rastro. No más que el que deja un animal. La hierba y el musgo que piso vuelven a levantarse al poco tiempo, y cuando enciendo fuego me valgo de lugares que ya se han usado, para que mis cenizas se sobrepongan a las de otros y así se vuelvan invisibles. Hago de vientre en el bosque, levanto un terrón y después lo devuelvo a su sitio. El próximo caminante puede apoyar el pie justo encima sin advertir nada, solo el zorro es capaz de intuir un débil olor humano. En invierno mis esquíes abren pistas sobre el suave cielo de la nieve, avanzo volando a un par de palmos de la superficie y con la llegada de la primavera cualquier rastro de mis bastones se derrite y desaparece. El hombre puede vivir así, sin devastar ni dividir. Sin existir en realidad. Solo siendo como el bosque, como el follaje del verano y la hojarasca otoñal, como la nieve del invierno y los innumerables brotes que se abren con el sol primaveral. Y luego, cuando uno al final desaparece, es como si nunca hubiera pisado la tierra".
Mikael Niemi.
Cocinar un oso.
Seix Barral.
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