Hoy en las noticias de la televisión estatal ya mencionan sin rubor al batallón neonazi integrado en el ejército ucraniano que resiste, según parece, en una fábrica de Mariupol. Y no solo mencionan sino que también se le da micrófono a uno de sus mandos.
Luego en el mismo programa de noticias indican, también sin que a nadie se le abran las carnes, que hay expertos que manifiestan su preocupación respecto al destino final de las armas que se están entregando a Ucrania. Temen que cuando todo esto acabe, esas armas queden en manos de gente que las pueda dedicar a hacer el mal (así más o menos dicen, sin cortarse).
Y creo yo que no se necesita ser muy experto en nada para llegar a esa conclusión, que a un servidor ya le rondaba esa mosca desde que este país se puso generoso con las cosas de matar.
Si es que esto del ardor guerrero y el confiar gratis es como cuando de adolescente le entregabas cartas para tu enamorada o enamorado a ese mejor amigo, que convertías en el correo del zar para que a continuación dejara de serlo en cuanto, entre postal y postal, te levantaba al objeto de tus pensamientos.
A lo mejor eso de ser experto en algo tendría más alcance si alguno de ellos, de esos lumbreras, se parara a mirar cómo se acaba con la guerra sin tanta muerte y sin tanta destrucción, que ahí está el nudo gordiano.
Se nos van a quedar a todos caras de gilipollas. Al tiempo.
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