Valle de Elqui (Chile), 2007.
Pablo Guerrero cantaba hace años, en lo más duro del duro invierno de este país, que tenía que llover a cántaros. Era una hermosa metáfora que intrínsecamente conllevaba el deseo compartido por muchos de que un aguacero de libertad arrastrara la podredumbre de entonces. Pues bien, sin ánimo comparativo, hoy sigue sin llover lo suficiente y los herederos ideológicos y literales de los que dominaban tiempos pasados nos siguen tomando el pelo en abundancia.
Pablo Guerrero cantaba hace años, en lo más duro del duro invierno de este país, que tenía que llover a cántaros. Era una hermosa metáfora que intrínsecamente conllevaba el deseo compartido por muchos de que un aguacero de libertad arrastrara la podredumbre de entonces. Pues bien, sin ánimo comparativo, hoy sigue sin llover lo suficiente y los herederos ideológicos y literales de los que dominaban tiempos pasados nos siguen tomando el pelo en abundancia.
Pero lo que más jode es que el instrumento y correa de transmisión de tanto machaque sea un gobierno que aún sigue denominándose socialista y de izquierdas (por cierto, me pregunto qué tipo de principios pone en juego el presidente para afirmar que, con las reformas que está llevando a cabo, no ve socavado ninguno de ellos). Cuánto más les valdría reconocer que son gente como la de derechas pero con tendencia al remordimiento.
El día 29 de septiembre hay huelga general. Una forma más de mojarse.
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