El dibujante puede ser un punto en la espesura donde confluyen los acantilados y la mar, pero sigue teniendo atenta la mirada y ágiles los trazos del paisaje que su mano estampa en los cuadernos.
Pero además, el dibujante llena los papeles de personas en un inusitado maremagnum de lazos que unen pero no atan.
E incluso es capaz, quizá sin proponerselo, de que entre tantos rostros estén los que no están.
El dibujante tiene esas cosas.
Nos regala espejos en los que mirarnos.
Nota: A los festejantes del cocido de este último fin de semana tal vez les merezca la pena asomarse a los siguientes enlaces:
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