Este verano, por fin, subí al Pico Urriellu. A mi edad.
Toda la vida para quitarme una espinita del corazón. Media vida caminando entre piedras y viendo allí, a lo lejos, a la más grande, majestuosa e inexpugnable...
En realidad no subí yo, pero sí subieron "Las fronteras del aire", de la mano de mi amigo Rafa, al que hay que agradecer el gesto de cargar con el libro en lugar de la bota de vino o el bocadillo.
Y es que cuando Rafa me dijo que le habían propuesto escalar el Naranjo de Bulnes, yo le contesté: "Llévame contigo"
Y él, quizá sopesando que cumplir con mi petición podía ser como cargar con un chon debajo del brazo, optó con buen criterio por la vía simbólica.
Treinta y seis años separan las fotografías de arriba de la de abajo.
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