Cubrid con cera mis oídos y atadme al mástil,
que el mar me lleve donde me lleven las mareas,
que sea leve el dolor de los encantos
y dichosa la travesía.
Cubrid con la cera del entendimiento mis oídos,
que no quiero escuchar los coros del embuste,
su dulce cantilena. Y que me proteja de todo mal
aquella que me espera inútilmente
en el tierno hogar tejiendo y destejiendo el tiempo.
MCH
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