Ya estamos. La mayoría hemos salido de las casas, pero no nos atrevemos a volar. Si voláramos, tal vez nos llevaríamos el tejado de la casa enganchado en nuestras patas. O quizá la casa entera.
Y ése, convendrán conmigo, no es el plan.
Hace un año, por estas fechas, volábamos libres de ataduras por los cielos de Samarkanda.
Hoy, nosotros no somos y Samarkanda solo es un lugar inexistente.
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