15 de junio
En un gesto de amistad hispanoportuguesa José Luis García-Sánchez me dedicó su última película, Suspiros de España (y Portugal), una bien contada historia de pícaros modernos, los dos últimos frailes de un convento en ruinas que se van a conquistar la vida y la riqueza después de la muerte del viejo abad. Acaban tan míseros como empezaron. Hoy fue el estreno y a mí me aplaudieron como si fuera el autor de la obra: me conmueve el cariño con el que toda la gente me trata aquí. En el fondo, creo, quizá sea una simple cuestión de dar y recibir. Si nosotros, portugueses, decidiésemos que España nos gustase, si ellos, españoles, decidiesen que Portugal les gustase, el sentimiento de mutua gratitud que consecuentemente se crearía reduciría a nada los recelos de ayer y las desconfianzas de hoy. Con la condición, por nuestra parte, ya se sabe, de que no nos dejen los ríos secos... Para que, durante algunos años más, podamos continuar diciendo, como el viejo abad exclamó en el momento de irse de este mundo, ante un paisaje magnífico, de río y montañas: "La Vida, ¡qué esplendor!"
Cuadernos de Lanzarote (1993-1995).
José Saramago.
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