Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

martes, 29 de mayo de 2012

Ojos en la sopa


Cuenta mi madre que un día su abuelo se fue a la feria de ganado de Orejo y, tras observar a los diferentes animales y saludar a los paisanos y cerrar los tratos que le convinieron, se encaminó a la fonda más cercana para comer.
Aquel día había sopa en el menú, la típica sopa de fideo y caldo de gallina. No se sabe muy bien por qué pero el abuelo de mi madre, tras animada conversación, apostó con otro comensal para ver cual de los dos podía llegar a tener más ojos en la sopa, a razón de peseta por ojo. Hay que decir que llamaban ojos a los círculos de grasa que se formaban en la superficie del plato.
A continuación  el abuelo tomó el recipiente con aceite que había sobre la mesa y vertió una cantidad mínima sobre la sopa, formándose inmediatamente un número incontable de pequeños ojos.
Su rival, ni corto ni perezoso, alentado por un deseo irrefrenable de victoria, tomó el jarro y echó y echó aceite sobre su sopa, Y tanto aceite echó que sobre la sopa apareció un único, inmenso y solitario ojo.

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