Estambul 2012
No me apetece salir en defensa de los anteriores, que tienen lo suyo en este baile de máscaras en el que siempre toca a los mismos arrimarse a lo más feo. Pero lo cierto es que, a los que están, en algún momento se les va a acabar la excusa de la herencia recibida, y la ministra con carita de guiñol cada vez lo va a tener más difícil para sostener que legislan en aras de la creación de empleo en lugar de hacerlo para contentar a sus clientes naturales: esos emprendedores empresarios, expertos en contabilidades mellizas, con un ojo mirando a los nietos de Fu-Man-Chú y el otro a los bancos suizos.
Mientras tanto la cifra sigue subiendo muy por encima de la que achacaban a los que ahora hacen oposición contemplativa. Y habría que cuantificar, si sirviera para algo, la parte alicuota de la misma responsabilidad que estos ponían en el debe de los otros.
Y es que el fin de los tirios y de los troyanos, ya sea a la brava o con más o menos vaselina, es el mismo: colocar al toro a base de capotazos entre la resignación más miserable o la aceptación de su más mísero aún plato de lentejas.
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