Aquí los paisanos acostumbran a mirar al cielo para observar meticulosamente cualquier resquicio azul que asome entre los cotidianos nubarrones. Luego, con gesto de gente experimentada, y en un inusual rasgo de optimismo, inician la conversación con la consabida frase: "Parece que levanta".
Pero lo cierto es que sigue lloviendo con esa monotonía que se cuela entre los huesos y la esperanza.
Entonces no queda más remedio que acudir al plan b y tirar del arsenal que a veces va secando en balcones y corredores.
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