Vaya usted a poner un giro postal, pongamos por caso, de 50 talentos (lo mismo da que sean maravedíes, piastras o reales de vellón) a la ventanilla habilitada a tal efecto.
Comunique su intención al probo funcionario.
Éste le solicitará de antemano el documento que valide que usted es quien dice ser. Lógico y normal parece.
Luego el documento pasa a ser rehén hasta el final de la transacción. Y en ese momento será convenientemente fotocopiado. ¿Por qué?
Mientras tanto el terminal informático inquirirá a través del busto parlante de la ventanilla una respuesta válida referente a sus datos personales. Los habituales.
Lo que ya no es tan normal es que la secreta autoridad competente (¿el recaudador, por supuesto?) pregunte por boca del señor de la ventanilla al paciente ciudadano por su profesión y por el privadísimo y muy personal motivo para el envío de la pasta, en un final de fiesta más o menos así:
-Y ahora le voy a hacer otra pregunta que también le va a sorprender.
-Diga.
-¿Cuál es el motivo para el envío del dinero?
-¿Cómo?
-Que por qué envía el dinero.
-Pues porque sí.
-Esa no es respuesta que se adecúe al cuestionario.
-Pues dígame cuales son las opciones.
-¿Puede ser regalo?
-Eso... donación.
No quiero saber, en lo tocante a intimidad, hasta dónde llegará el Gran Hermano para los que giren 500 ó 5000. O más.-Eso... donación.
¡Ah, no! Que esos no giran.
Martes 2 julio, Santos Proceso y Martiniano, el primero le viene que ni pintado al comentario de hoy.
ResponderEliminarRaquel