Un pequeño claro se abre en la niebla de la rutina y repentinamente nos hallamos en verano. Caminamos por la costa sin mirar demasiado al reloj. Contemplamos, a lo lejos, las islas como gigantes de piedra que duermen. Escuchamos el piar de los zarceros. Nos tumbamos en la hierba y aspiramos el agradable olor de la manzanilla.
Y más tarde, al llegar a casa, sentados en el parque en un Caos Calmo, esperamos con Nani Moretti a que la niña nos salude desde la ventana de la escuela.
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