Creo que nunca me va a quedar claro si el rubicundo oficial del ejército armenio, al pie de la vallada frontera con Irán, me repetía machaconamente "delit" (al menos eso entendía un servidor) a medida que yo pasaba las fotografías que mi cámara había registrado, o simplemente me decía la palabra inglesa "delete" (borrar). El caso es que yo borraba y borraba hasta que el uniformado se quedó más o menos conforme.
Lo cierto es que esta fotografía tal vez sea un "delit" (es cuestión de gustos), pero no está "delete".
Tras sobrevivir con más o menos acojono a la incómoda situación que se produce cuando una tropa en traje de "camouflage" te rodea, acompañada de varios rin-tin-tines que no ayudaban a la calma, no sé si como quien ha descubierto al más pérfido de los sospechosos, o como quien resuelve por un rato un mortal y caluroso aburrimiento, varias cosas me quedaron claras:
-Las fotografías masacradas podían ser malas hasta decir basta, pero es que resulta que donde yo veo una empalizada que guarda un río, que recorre un verde vergel en el desierto, ellos ven una delimitación fronteriza que (y esto lo digo yo) normalmente separa a las pobres gentes de aquí de las pobres gentes de allá.
-Donde yo veo un hermoso, pero inquietante, paisaje de escarpadas montañas escapadas de algún cuento, ellos ven la cotatrescientosypicodesuputamadre (o sea un objetivo militar).
-Donde yo veo un turista aficionado a la observación de aves, ellos ven a un espía disfrazado de turista aficionado a la observación de aves. Y con bermudas, en el colmo del mal gusto.
O sea, que vemos cosas diferentes. Lo cual, probablemente, nos lleva a pensar también de forma distinta sobre muchas cosas, entre ellas, sobre el poder y el uso de la fuerza. Por eso ellos se camuflan y nosotros viajamos con bermudas. Por eso nosotros espiamos a los pájaros y ellos espían a la gente.
Total, que pasado un rato (cosa de media hora tostándonos al sol), borradas las fotos de la controversia (al menos las que vieron), calmada la testosterona bélica de los que jugaban en casa y tras escoltarnos a lares menos peliagudos, fuéronse los "militronchos" y no hubo nada.
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