Los ejemplos son muchos. Y cada vez que me encuentro con ellos me llevan los demonios. Sobre todo cuando en las cercanías aparecen como setas en otoño nuevas construcciones sin orden ni concierto.
Cierto es que la crisis frenó el ímpetu depredador de los levantadores de adosados, pero eso no significa, ni mucho menos, que los intereses y los interesados no estén agazapados a la espera de que fluya nuevamente el crédito.
Mientras tanto, ahí está, muerta de necesidad la historia civil y el patrimonio de nuestro entorno.
Y nosotros, como hijos desnaturalizados, mirando para otro lado.
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